María llena
eres de...
ponme cuarto kilo pa llevar
Joshua Marston en un yankee que
ve documentales y sabe que al sur de Méjico sigue habiendo
más continente. Al chico le hacían gracia las historias
sobre colombianos que bailan salsa y pasan coca. Y se decidió
a dirigir "María, llena eres de gracia". Pero
no en Colombia, que hay gente muy mala.
María vive en un pueblo perdido,
cerca de Bogotá. Su novio es un petardo, su hermana
una gorrona con pintas, forzada por la necesidad, y su jefe un
capullo. Y ella sabe mucho de capullos porque trabaja deshojando
rosas en una fábrica. Cuando le ofrecen la posibilidad
de pasar bolas de cocaína a los Estados Unidos no se lo
piensa. Bueno, no mucho. Y allá que se pone a trabajar
como una mula. Literalmente.
Pero tanta cocaína no cabe
en un bolso de mano. Y en el aeropuerto están los
policías de aduanas, con esos perros toxicómanos,
que se ponen más susceptibles que George Bush en un restaurante
de kebaps y te lo huelen todo. Como si María no
fuera una chica decente que se ducha todos los días.
Esta por mamá...
Las condiciones son las condiciones
y el juego es el juego. Así que María decide tragar.
Literalmente, de nuevo. Unas bolas de coca que parecen los supositorios
de King Kong.
No está sola, hay otras mulas.
A algunas las pillan, a otras no. A otras les pasan cosas peores.
El tedio y la miseria colombiana contrastan con Nueva York. Igual
de tedioso y miserable cuando no se tiene plata, pero al menos
los edificios son rectos. El choque con la gran ciudad no es un
choque, es un hostiazo tamaño king size.
Los contactos colombianos en territorio
norteamericano son hoscos. No preguntan por la familia, ni nada.
Van a lo que van. A por la farla, la mandanga, las "pepas".
Así, con prisas. Sin intimidad ni nada. Del avión
a la fregoneta, y de la fregoneta al cagadero. Y que no falte
ni una.
Una película a descubrir.
Lástima que acabe por la mitad. Ochenta minutos dan para
tan poco.
© humorenlared.com
- Actualizado el 10-11-04
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