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               Tuneros 
              Los tuneros me caen bien hasta que 
                encienden el motor y meten el escándalo. La sal 
                de la carretera son los tuneros, con sus plásticos y sus 
                luces ilegales. Esos coches hijos de mil leches. Transformados 
                en OVNIS de quinta generación, dando el cante con estilo 
                penoso. Mas yo me pregunto, cerveza en mano, ¿Qué 
                será de los tuneros al cabo de veinte años? ¿Cuántos 
                caerán por el terraplén de la droga? ¿Cuántos 
                se harán policías? ¿Cuántos dejarán 
                la obra para enrolarse en la marina? 
              Un tunero nunca da positivo: un tunero 
                rompe la tabla. Un tunero no viaja en coche: desfila. Un tunero 
                no escucha música: ameniza un barrio. Aquí 
                en el burdel también hay tunin. Quien más quien 
                menos se alarga un rabo o se infla un labio. Es la modificación 
                de lo dado. Buscar el cambio estético a golpe de talonario. 
                ¿Acaso no es tunin vestirse con liguero mientras te azota 
                un enano velazqueño? Sí, si eres director general. 
                No, si eres el enano golpeador. Tuneros somos todos según 
                y cómo. 
              Por ello, toda mi solidaridad con 
                el tipo éste... Manolo. Otro tunero equivocado, maestro 
                de deslices que acaban en el despido procedente. Porque 
                la sociedad no perdona a los outsiders que decidieron transformar 
                su Arosa en un Sea Harrier. Porque hay que ser de acero 
                para no acabar yonki perdido transportando niños. Y si 
                son de colegio de pago, con doble motivo. ¡Speedball para 
                todos! 
              
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                - Joseba Bosso es palanganero en un burdel 
                Actualizado el 04-06-04 
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