La bisutería de fantasía se impone

Vamos todos al Salón
duba, duba...

Que cuatro días den para tantas historias, fetichismos recompensados, colegas reencontrados y, sobre todo, buenos tebeos, es algo de lo que sólo puede presumir el Salón del Cómic de Barcelona. Una cita que volvió a supurar durante cuatro días arte a raudales, del que sale de lo más hondo, como siempre ocurre en esto de los cómics.

El mismo fin de semana que se inauguraba el "Supermercado de las culturas", el denominado Fórum que comparte nombre con la conocida editora de cómics Marvel, el Salón del Cómic de Barcelona cumplía su 22 edición con igual número de invitados de todo el mundo, o algo así, ya que la lista resultaba ciertamente inabarcable. El verdadero "Fórum de las Culturas" se pudo disfrutar, por tanto, en la Estación de Francia del 6 al 9 de mayo, bajo un bonito cartel e imagen gráfica del colega Víctor Santos.

Allí se dieron cita, por tanto, nombres de verdadera altura que hicieron que aficionados e informadores no tuvieran ni un minuto de descanso. Suehiro Maruo se quedó con la peña dejándose ver con un chupachús de fresa y nata, sacándose fotos por doquier con su mujer y sus traductoras (una japonesa y una española, se ve que le va el rollo interracial), y dedicando a troche y moche sus tratados sobre la perversión y el sadismo extremos, ampliamente comentados en estas páginas.

No nos enfademos

La facción "hooligan" del Salón estuvo representada por los "Dos super dos", Kevin Eastman y Simon Bisley. El primero demostró, con sus pintas de Mickey Roorke acabado, que las Tortugas Ninja originales que co-creó tenían más mala leche que lo que luego se pudo ver, mientras que el segundo defendió el Poder del Metal con sus cadenas, tatuajes tribales y mechas raras. Ambos se hicieron de rogar para acudir a las ruedas de prensa y sesiones de firmas (el alcohol y otras sustancias ejercían una llamada difícil de resistir), y protagonizaron un conato de altercado cuando se les pidió las acreditaciones para acceder a la susodicha sala profesional. "I Am Simon Bisley!!!", espetó el padre espiritual de Lobo y Sláine.

Charles Berbérian se mostró super tímido sin su media naranja, Philippe Dupuy. Charles Burns pudo pasear por el Salón con la tranquilidad que aporta un cierto anonimato, y Max se llevó el premio al "incidente desagradable con el público", al levantarse de su sesión de firmas justo cuando un mozalbete venido de Madrid acababa de adquirir su mamotreto "Espiasueños", de nada menos que 30 euros del ala, para que se lo dedicara. El Salón de Getxo será el lugar donde se intentará reparar esta afrenta, con lo que vive Dios que el dichoso álbum va a hacer más kilómetros que el baúl de la Piquer.

© humorenlared.com-Carlos Zoom-
Actualizado el 11-06-04

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