Repantingarse es
resistir
El butacón te hace costra
y la manta de cuadros arropa tu última estafa. La
composición es perfecta: pañuelitos usados,
termómetro sudao, ojos brillantes y toses babosas. Apenas
escupes y alguien te trae un zumito. Te rascas la tocha buscando
restos y te cambian el batín. Gimes al cambiar de postura
y un nuevo cojín alivia tu espalda. Septiembre se fue por
el fregadero y octubre lleva el mismo camino.
Nadie te echará de menos...
demasiado. Si acaso los primeros días, tu camello,
pero luego te espera el olvido benevolente. Tus amistades ya saben
de tus gripes periódicas. Tus compañeros hacen lo
mismo cuando pueden. Lo intentaste con la depresión,
pero no te convenció. Demasiados comentarios chungos. Además,
la medicación dejaba secuelas. En cambio ¡una gripe!
El zumo de naranja no ha matado a nadie. Cada vez disfrutas
menos en ese sitio. Te pones malo de verdad de pensar en volver
un día por allí. Puja.
Antes era otra cosa: la emoción
de los primeros días. El reencuentro y las lonchetas
con los compañeros. El polvete a escondidas y las visitas
furtivas a los retretes. Has tardado en darte cuenta pero lo tienes
asumido: ser profesor es lo mejor que te ha pasado en la vida.
Repantíngate. Una semanita pasa volando.
Una neumonía no te vendría nada mal. A ver esos
síntomaaaaaaaaas.
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- Actualizado el 01-10-04
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