Stripper celebra su contrato para la despedida de Leti

Despedidas y despedidos

tranqui, Urdazi, que la cosa no va contigo

Por mucho que lo intentemos nadie se libra. Tarde o temprano hasta los solteros de oro terminan pasando por la vicaría. Y contraer matrimonio conlleva, como hábito folklórico añadido, la consecuente despedida de soltero/a, el súmmum de la horterada, el non-plus-ultra de la vulgaridad, a mayor gloria de la ordinariez.

Nadie se salva, ni ellos ni ellas. Llegada la noche de la despedida todos se convierten en populacho estrujando sus mentes para parir las ideas más chabacanas con el fin de hacérselas pasar canutas al contrayente y promover la mofa de la cuadrilla y el público en general.

El primer paso consiste en ataviar al sujeto de la manera más ridícula posible. Cuanto más incómodo esté, mejor. Es costumbre extendida travestir al novio, frecuentemente de maruja, suponemos que para darle una última oportunidad de salir del armario. Las novias, en cambio, pueden ser humilladas mediante una mayor variedad de disfraces. Eso sí, sin poder evitar jamás ese sempiterno velo nupcial con un cipote emergiendo de lo más alto del cocorote...

© humorenlared.com - Actualizado el 19-05-04

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